Ya mas grandecita dejamos de viajar con tanta frecuencia y también el almuerzo dejó de ser un acto ritual largo y pausado en la casa de mi abuela, y poco a poco se me fue olvidando el hábito del mate.
Afortunadamente hace poco le ofrecí alojamiento a un nuevo amigo argentino, Adrián, quién no puede dejar de andar trotamundeando Venezuela con su mate bajo el brazo y quién además no dudó en ofrecerme, tal como es de costumbre en el sur de "la patria grande" xD. Apenas lo probé recordé muchas cosas de mi niñez y quedé automáticamente enganchada otra vez y por eso entre otras cosas dibujé esto... en honor a la sensación que me devuelve el tecito maravilloso.